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Feliz Navidad 2.0(10)

“La distancia es la piedra de toque de los verdaderos afectos” (Henri Lacordaire)

Durante estas fechas millones de felicitaciones electrónicas de Navidad, Año Nuevo, Olentzeros, y Papa Noeles cruzan el ciberespacio, usurpando el tradicional lugar que ocupaban los “Christmas” de antaño, y liberan de esfuerzos titánicos a los carteros, y aligeran de peso (y de ingresos) al mundo logístico de las empresas de mensajería. Entre los grandes éxitos de la intersección del mundo de las tecnologías y la Navidad se encuentra “The Digital Story of Nativity”. “La Historia Digital de la Natividad” es un video que en apenas tres minutos presenta una versión didáctica y sumamente entretenida de la historia de la Navidad a través del mundo de las redes sociales como por ejemplo Facebook, Twitter, o Wikipedia y de aplicaciones como Google Maps o Foursquare. Bajo el sugerente título “Los tiempos cambian pero los sentimientos son los mismos” la compañía portuguesa Excentric ha creado uno de los videos más populares en YouTube con cerca de tres millones de visualizaciones en menos de dos semanas. Ciertamente la alta creatividad exhibida por Excentric le ha asegurado una excelente publicidad que ya está siendo recompensada tanto por el número de visitas a sus perfiles de Facebook y Twitter como por las felicitaciones recibidas por los profesionales del marketing y de la publicidad.

Mientras tanto las compañías de telefonía móvil intentan hacer su peculiar “agosto” en pleno invierno vendiéndonos el valor de la comunicación como antídoto tecnológico contra la tiranía de la distancia, la soledad y la ausencia de nuestros seres queridos. Blackberry, “Love Sharing the Love”, nos comunica que “nunca ha sido tan fácil compartir buenos deseos en Navidad”, mientras Apple y su iPhone nos sugieren un sinfín de aplicaciones, que van desde recetas culinarias a regalos, para asegurarnos “el éxito y la diversión esta Navidad”.

Es casi imposible olvidarnos de aquellos que ya no están pero cuya ausencia es ciertamente más notable estos días de reuniones familiares y de miradas hacia atrás, hacia ese horizonte lejano de meses, semanas y días pasados. La memoria no se mide tanto en función de nuestra capacidad para recordar sino en función de nuestra capacidad para no olvidar. Nos faltan Fermín y Margie, y Félix, y Sergio, y todos aquellos que nos dejaron levemente este año. Echo de menos a mis amigos esparcidos por Las Américas vascas…y a pesar de todo “estamos” más juntos que nunca. Y los afectos construyen puentes que disipan las brumas de las distancias, aunque estos se hayan construido con códigos binarios entrelazados como culturas hermanas a orillas del Océano Atlántico.

Jai Zoriontsuak eta Urte Berri On!!!

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De emociones y regalos

Volvemos ritualmente a caer en la vorágine de los discursos maniqueos sobre los valores que encierra en sí la Navidad y el substrato cristiano de nuestras culturas europeas y el consumo hacia al que, al parecer, estamos abocados irremediablemente. Aún en plena crisis financiera y económica, las grandes áreas comerciales se encuentran abarrotadas y la lista combinada de regalos de Olentzero, Papa Noel, Santa Claus y los Tres Reyes Magos da un cierto respiro a pequeños y medianos negocios a pie de calle. El consumo es auspiciado por todo tipo de instancias públicas y privadas como sustento de la economía del mundo occidental. Quizás tengan razón todos aquellos que nos animan reiteradamente a consumir para salir de la crisis…No lo sé.

En la novela “Doctor Zhivago” de 1957 del que fuera más tarde Premio Nobel de Literatura Boris Pasternak hay una cita que quizás pueda explicar la necesidad del regalo, del suvenir del que hablábamos el otro día y del compartir las experiencias vividas y el hecho de materializar el “ojalá estuvieses aquí” con aquellos que no pudieron acompañarnos en nuestros viajes. La cita “…la felicidad no compartida no es felicidad…” fue popularizada en el libro de Jon Krakauer “Into the Wild” de 1996 (“Hacia Rutas Salvajes”) a través de su protagonista Christopher McCandless quien escribe a modo de revelación cuasi-mística “la felicidad sólo es real si se comparte”.

Dicha necesidad de compartir momentos felices con aquellos que no los han experimentado tiene difícil transmisión en objetos que podamos adquirir en el último minuto del viaje a la puerta de embarque del avión que nos transporte al destino original de nuestro trayecto. Intentamos impregnar y proyectar nuestra felicidad en esos objetos de suvenir para poder compartirlos con un sinfín de personas, ahora ya convertidos en amuletos de recuerdos, de momentos pasados, más felices. Por mucho que lo intentemos los objetos de suvenir acaban teniendo el mismo efecto que el de un niño desenvolviendo apresuradamente un regalo de Navidad a la espera de una Gameboy para descubrir que es un par de calcetines… Un “te he echado de menos y la próxima vez nos vamos juntos” es para muchos el mejor regalo que nos pueden hacer.

¿Somos más felices cuanto más consumimos? ¿Crees que somos una sociedad feliz? ¿Qué te gustaría compartir con tu familia, compañeros y amigos?

Jai Zoriontsuak eta Urte berri on!

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Identidades en Tránsito

En el mercado de la aldea global las identidades tienen un precio. En la mal llamada era de lo post-nacional, los aeropuertos son las grandes torres de Babel de la globalización contemporánea por la que transitan cientos de millones de personas. Son inmensas superficies comerciales. Son los grandes escaparates de empresas multinacionales cuyas franquicias también inundan nuestras calles. A su vez los aeropuertos dan cabida a las tiendas de “suvenires” que rompen con la homogeneización visual de los Starbucks, McDonalds, las macro-perfumerías y duty-free shops omnipresentes en cualquier terminal que se precie por muy pequeña que sea. Los whiskys “escoceses”, la cerveza “alemana”, los quesos “franceses” y el jamón de pata negra “español”, son ejemplos de la diversidad gastronómica que es ofertada en las tiendas aeroportuarias a modo de suvenir nacional comestible, junto a un sinfín de productos promocionales kitsch en forma de tazas, bolígrafos, y camisetas.

Las Vegas es, sin ninguna duda, la capital mundial de lo kitsch, de una industria cultural regida por el mercado donde la propia ciudad adquiere unos tintes artístico surrealistas y se apropia de “iconos nacionales” de otros países como los canales de Venecia o la Torre Eiffel. De esta manera, Las Vegas es una de las imágenes más representativas de los Estados Unidos de principios de este siglo. El aeropuerto McCarran de la ciudad del juego es a su vez un mini-casino que se refleja en el espejo de la ciudad que lo alberga. Si el suvenir es un producto que intenta sintetizar visualmente la idea de una ciudad, en Las Vegas, el suvenir es ya la propia ciudad que se puede comprar, a escala bolsillo, en un aeropuerto.

Logo de la tienda "Thinking España" en la T4 de Barajas (Pedro J. Oiarzabal)

La Terminal T4 de Barajas en Madrid es un buen ejemplo de la gestión y marketing de la identidad, en este caso, española. Aldeasa (el operador líder de establecimientos en aeropuertos a nivel del estado y con una implantación en 20 países de cuatro continentes) lleva cerca de 3 años ofreciendo un nuevo concepto de tienda suvenir tanto en el Edificio Principal de la T4 como en su Edificio Satélite bajo el nombre de “Thinking España”. De esta manera Aldeasa intenta redefinir el concepto de los típicos recuerdos turísticos inspirándose en las costumbres y tradiciones españolas.

Todos somos conscientes del valor simbólico del suvenir, del típico recuerdo de la ciudad o el país visitado, sin pararnos a pensar en el reduccionismo simplista que se hace de una cultura e identidad hasta llegar al más puro estereotipo comercial. ¿Hasta qué punto nos identificamos como individuos o nos vemos reflejados como comunidad o país en esos suvenires? ¿Hasta qué punto los turistas ven en esos productos que se venden en las tiendas “Thinking España” el país que acaban de visitar? ¿Y qué hay de aquellos que simplemente han hecho escala en Madrid y jamás han pisado el país? ¿Qué opinión pueden hacerse de “España” a través de los productos “Thinking España”?

En la supuesta era de lo post-identitario y post-nacional, la comercialización de la idea de nación se sigue realizando desde una concepción cuasi-decimonónica que en grandes rasgos sigue valiéndose del profundo valor folklórico de determinadas regiones y de las culturas e idiomas oficiales predominantes en los territorios nacionales. Estudios de mercado y la ley de la oferta y la demanda han convertido a multinacionales en promotores de la representación de una idea de lo nacional específica y en re-diseñadores de la estética de las identidades nacionales que hoy en día se exportan al exterior y se exhiben en los escaparates más transitados del mundo.

Desde hace casi 6 meses “Thinking Barcelona” ya tiene su propio espacio en la nueva Terminal 1 del aeropuerto El Prat de Barcelona. ¿Habrá un “Thinking Euskadi”?

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¿Y si tuvieras que regalar un “recuerdo” de tu pueblo, ciudad, comunidad o país… cual sería?

Tazas de Starbucks en venta en la T4