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Traductor de Sueños

“Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia”

                                                                 Wislawa Szymborska (Las tres palabras más extrañas, Instante, 2002)

Hoy recordamos al poeta vasco Sergio Oiarzabal y a su libro “Traductor de Sueños por Babilonia”, editado de manera póstuma por Masmedula Ediciones en 2010.

BUSCARÉ EN LA PALABRA HASTA ENCONTRARTE

aunque haya de dormir a la intemperie, entre abismos, no me importa,

sé soportar el doloroso hallazgo de cuando una puerta te da la espalda,

en tu alma la llama de los dones hace años que lo ocupa todo,

las sombras están a la espera de ser arañadas por la añoranza,

nunca le importunó lo bastante al camino saber hasta dónde,

al igual que en los pueblos tus besos están llenos de habladurías,

cúantas tardes he comulgado las hostias dulces de tus pechos,

para qué mirar al mar si se ha de naufragar en otra carne,

que deshacer ahora la maleta de una vida sería toda una locura,

y decidido en campanas de cristal sobornaré a la mismísima muerte,

mientras las ninfas alcoholizadas cantan sus cuitas mejor que nunca,

no temo para nada vaciarme por dentro y por dentro llamarte a gritos,

para nada temo cavar mi espíritu del mismo tamaño que el de tu cuerpo,

y para nada desenterrarme vivo donde únicamente caben los dulces años de tu nombre.

(Poema “No hay por qué subestimar a las nubes” ©).

Traductor-de-sueños-por-BabiloniaME RECUERDAS A LA LUZ MÁS OCULTA DEL DÍA

mientras regreso a lo que jamás se abandona, al tiempo que nos conquista,

porque pensar en otra persona no deja de ser milagro,

porque tu voz tal vez sea pelirroja desde siempre,

porque dentro de poco morderé la manzana de tu boca,

porque tu piel es agua quieta que añora un nombre,

me recuerdas al mar que jamás por nadie podrá ser enterrado.

(Fragmento del poema “Fugaz por dolorosa” ©).

Homenaje a Sergio Oiarzabal (17 de febrero de 2011, Biblioteca Bidebarrieta, Bilbao).

HOY HAS LLEGADO EN UNA CARTA

desde Isla Capital nº 67, Avda. Oleaje, Marisma;

lo sé por el sol y las algas, por el día y la brisa, por tu espalda curtida por la historia,

y te he recibido en el salón de los relojes que hay al final de mis ojos,

cuántas noches me he perfumado las manos con tus palabras,

pero cuántos años me has pintado la boca con el carmín de tus palabras,

y te he arropado entre las pieles salvajes de mi cuerpo

suaves como los ríos, suaves como en invierno, suaves…

al verte de nuevo desnudarte frente a mí

bajo las sedas trasparentes donde tu voz vive apresada por las mieles,

he podido acariciar los adverbios de tu cabello,

tenías los labios pintados de un neologismo glorioso,

vi que en tus piernas había puntos suspensivos,

y tus pechos olían al ¡Oohhh! de los niños cuando los cuentos,

al ¡Oohhh! en los fuegos artificiales, ante un gran truco de magia,

y tus brazos eran dos signos exclamativos que salvaguardan tu existencia,

tu existencia que reluce,

tu existencia madre de las vocales que deletrean un abecedario nuevo.

 

Eres por tanto la frase inconclusa que hoy pretendo dejar escrita para siempre.

(Poema “Isla capital” ©).

“Propagad la voz en el barrio como una epidemia de confusiones. Propagad la voz en el barrio de que aún sigo vivo”. Sergio nos dejó tal día como hoy hace cinco años.

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Cartografía de emociones

“Cuando pronuncio la palabra Futuro la primera sílaba pertenece ya al Pasado”

(Wislawa Szymborska)

Mientras leéis estas letras debería de estar cruzando el Atlántico al reencuentro con un yo entregado voluntariamente al olvido. Las agujas del reloj se ralentizan. No hay tiempo como el de los aeropuertos donde su transcurrir se congela como postales de un pasado inamovible. Echo la vista atrás y hago recuento de los casi tres años que llevo fuera del país. A pesar del tiempo transcurrido prevalece el hecho de pensar que todo lo que dejé tras de mi continúa como lo dejé. Revisito lugares de ausencias que ya solamente habitan en mi memoria. ¿Dónde ha quedado el hogar? ¿Dónde fueron a parar los infinitos cielos azules de Reno, el calor de los días, el frío de las noches, el eco del sonido?

Mi casa es un paisaje de horarios discontinuos y de emociones entrelazadas que buscan un equilibrio entre la necesidad del olvido y el peso de la memoria. El resultado son paredes cubiertas por tapices hechos con finas hebras de sueños, recuerdos y añoranzas que ansían imaginarse otros mundos posibles donde volver a comenzar y poder recrear una nueva casa ante la imposibilidad de regresar al pasado.

Ely_Nov2008 (41)The Paris Ranch, Ely, Nevada (Fotografía de P. J. Oiarzabal)

En el libro Mountain City (2000) el autor vasco-americano Martin Gregory reflexiona sobre su niñez, juventud, el significado del hogar y sobre aquellos emigrantes vascos con los que se relacionó durante sus estancias en el pueblo de Mountain City del estado norteamericano de Nevada. Muchos de estos personajes han desaparecido excepto en la memoria de aquellos que les conocieron. Gregory concluye en tono triste y de resignación: “Para mí el hogar es aquel lugar que no puedo evitar que desaparezca”.

La memoria—en esa lucha del recuerdo contra el olvido—en sí es baldía sino se transmite. En nosotros esta el rescatar del olvido la memoria de aquellos vascos que, como los de Mountain City y de tantos otros lugares esparcidos por el continente americano, han sido testigos únicos de un pasado, y que como tal no volverá, pero que es necesario recordarlo. La memoria se alimenta de sí misma, de los recuerdos que aviva, que hacen de su esencia inmaterial una permanencia palpable entre nosotros. Los emigrantes vascos y sus descendientes han generado un imaginario y un legado cultural que han propiciado fuertes vínculos entre ambas orillas del Atlántico, tejiendo una cartografía de emociones que no tienen en cuenta ni fronteras temporales ni espaciales.

¿Qué permanecerá de las Euskal Herrias del Oeste Americano? ¿Qué quedará cuando toda una generación de personas que forman parte de esa memoria colectiva de emigración, expatriación y exilio haya irremediablemente desaparecido? ¿Qué será de esa “casa vasca” erigida en suelo americano?

Ely_Nov2008 (6)Mural en honor a los Pastores Vascos, Ely, Nevada (Fotografía de P. J. Oiarzabal)

Ante el relativo grado de desconocimiento de la sociedad actual sobre el hecho emigratorio se han puesto en marcha diferentes iniciativas que bien podrían afianzar el trabajo a favor de la recuperación de la memoria histórica de la emigración. Por ejemplo, la Junta de la Comunidad Autónoma de Extremadura creo en el mes de Abril el Museo Virtual de la Emigración Extremeña que podría ser un modelo a seguir en el caso de la diáspora vasca. Sin duda alguna, se requiere un firme compromiso con la memoria, con nuestra historia de emigración y retorno con el objetivo de recuperar y divulgar la memoria oral de los vascos del exterior y de aquellos que regresaron en su día como una parte fundamental del patrimonio inmaterial de Euskal Herria. ¡Hay tanto por hacer!

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