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Mundos invisibles

“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”

José Saramago (Cuadernos de Lanzarote, 1997)

Ante el relativo grado de desconocimiento de la sociedad actual—particularmente de las generaciones más jóvenes—sobre el hecho de la emigración vasca, y ante la inevitable desaparición de la última generación histórica de emigrantes y exiliados y de aquellos que en su día retornaron, desde la iniciativa Bizkailab de la Universidad de Deusto nos propusimos realizar un estudio urgente sobre la memoria e historia del país, empezando por el Territorio Histórico de Bizkaia. La finalidad era, y sigue siendo, la de entender y difundir la identidad y cultura de un colectivo, a través del testimonio oral de sus protagonistas—tanto de aquellos que en su día emigraron como de los que regresaron—que hasta cierto punto, a día de hoy, permanece relegado al olvido.

oletaAustraliar-haCelebración del tradicional encuentro anual vasco-australiano en su vigesimocuarto aniversario, Oleta (Bizkaia). Fila superior: Mario Satika, Begoña Barrutia, Koldo Goitia, Maribi San Antonio, José Badiola, Iñaki Etxabe y Anne Etxabe. Fila inferior: Mila Aboitiz, Mila Aberasturi, José Ignacio Etxabe y Angelita Fundazuri (Fotografía de Pedro J. Oiarzabal).

Durante meses, hemos tenido la oportunidad de conocer “mundos invisibles”, hilvanados por memorias de otros tiempos, que se entrelazan con las de miles y miles de vascos que por una razón u otra tuvieron que abandonar Euskal Herria, y que en algunos casos, tras décadas en el extranjero, decidieron regresar a su hogar. ¿Qué es lo que quedaba del hogar? ¿Cómo fueron recibidos a su regreso? ¿Qué fue de aquellos vascos que regresaron tras la larga noche del franquismo, tras las interminables jornadas cortando caña de azúcar en Australia o en la soledad más absoluta pastoreando en las colinas del Oeste Americano? ¿Qué ha sido de su historia, de nuestra historia colectiva, del patrimonio cultural inmaterial que conforman los miles de fotogramas que compone la historia más gráfica de la emigración y del retorno a Euskal Herria?

¿Quién no conoce a algún familiar, lejano o no, o ha oído hablar de un vecino o un amigo que probó fortuna como cesta-puntista en el Oriente o en las Américas; de un exiliado; de un pastor; de un cortador de caña; de un hijo o hija de aquellos que se fueron para no volver más? Amerikanuak, Australianuak, Venezolanos, Argentinos, Uruguayos…vascos y vascas con acentos e historias sin contar que conviven entre nosotros y que comparten culturas, lenguas, vivencias de emigración y experiencias de retorno—unas más felices que otras, no carentes de incomprensiones mutuas, y a veces incluso de rechazo. Conforman mundos que nos transportan a otros tiempos y espacios, mundos invisibles, virtualmente desconocidos, pero reales. Sus historias son indispensables para comprender nuestro pasado y nuestro presente como un pueblo abierto al mundo.

ArrosaAmerikanuak20122-haEncuentro anual de los Amerikanuak, Arrosa (Nafarroa Beherea). De izquierda a derecha Jean Luis Oçafrain, Gratien Oçafrain y Michel Duhalde; emigrantes retornados de Estados Unidos (Fotografía de Pedro J. Oiarzabal).

El estudio nos llevó a recorrer numerosas localidades del país y nos acercó a paisajes del Oeste Vasco-Americano, pudiendo realizar más de 46 horas de grabación a personas cuyas vidas les condujo a más de 12 países en América, Asia, Europa y Oceanía. Hoy en día, la historia de Euskal Herria se enriquecería aun más si cabe incorporando las páginas sueltas escritas por vascos y vascas en lugares tan dispares como North Queensland, Idaho, Nevada, Buenos Aires, Caracas, Montevideo, México D.F., Filipinas, Cuba, Yakarta y un largo etcétera. Añadamos esas páginas al libro de nuestra historia y démoslas a conocer. Apenas hemos empezado a vislumbrar las raíces profundas del fenómeno de la emigración, y sobre todo del retorno, que existen en nuestra sociedad, y de su significado histórico en relación al progreso y al bienestar que a día de hoy disfrutamos, y que es en cierta medida, también gracias a los sacrificios y esfuerzos de aquellos que tuvieron que abandonar su tierra.

El vídeo “Gure Bizitzen Pasarteak: Erbeste, Emigrazio eta Itzulera Bizkaira—Fragmentos de Nuestras Vidas: Exilio, Emigración y Retorno a Bizkaia” muestra una selección de entrevistas realizadas en 2012 a vascos que en su momento fueron refugiados, exiliados, emigrantes y que a día de hoy han regresado al país. Nos relatan con sus propias palabras sus historias de vida, entremezclándose los discursos y testimonios más racionales con los más profundos y emotivos.

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Es ahora más que nunca necesaria la implicación de la sociedad, sus instituciones y agentes sociales, y de modo especial la de la población emigrante, la retornada y sus familiares para que se constituyan en agentes activos y participes en la propia reconstrucción del fenómeno histórico emigratorio vasco. Tal y como dijo, en su día, el Premio Nobel de Literatura José Saramago “hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”.

[Si nació en Bizkaia y por cualquier motivo decidió emigrar a cualquier parte del mundo, y ha regresado a Euskadi, escribanos a bizkaia.retorno@gmail.com Por el contrario si conoce a alguien que emigró y ha regresado hágale llegar este mensaje. Eskerrik asko!]

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The Irízar Island

“Many hundred dreams have been dreamed in our island but I do not know if they helped to brighten our existence. They grouped themselves around two objects—food and rescue”

(Carl Skottsberg at Paulet Island, 1903)

In the Antarctic Argentine Islands of the Wilhelm Archipelago lies a pretty tiny island called Irízar (65° 13′ 0″ S, 64° 12′ 0″ W). The Argentine Islands are a group of sixteen islands, which were named as such by Jean-Baptiste Charcot—scientific leader of the first French Expedition to Antarctica that took place between 1903 and 1905—in gratitude to the Republic of Argentina. One of the islands was named in honor of Basque-Argentinian Lieutenant Commander Julián Irízar who had previously led the rescue of the failed Swedish Antarctic Expedition in 1903.

map_3031_64_303_400_400The Antarctic Irízar Island (Map source: Australian Antarctic Data Center)

It was the era of the international scientific and geographical exploration of Antarctica, which, in turn, also favored private commercial pursuits (e.g., the whaling industry) and fuelled the feeling of personal adventure by becoming, for example, the first person to reach the geographical South Pole. This era was initiated by the Belgian Antarctic Expedition, sponsored by the Belgian Geographical Society and led by navy officer Adrien de Gerlache in 1897, and it concluded in 1922 with the British Shackleton–Rowett Expedition. This was considered the last significant scientific voyage before the introduction of the aerial exploration in the late 1920s, which opened up a modern era for Antarctic discovery. It also meant the slow end of the maritime voyages of scientific exploration that began in the late 17th century.

During more than two decades sixteen major polar expeditions were launched by Belgium, the United Kingdom, Germany, Sweden, France, Japan, Norway, and Australia. It was some time before the revolution in transport and telecommunications technologies, and all pioneers’ efforts were confronted with the crude hostility of an unknown continent. Many crew members suffered severe injuries and others died under extreme weather conditions, lack of supplies, illnesses, and accidents.

The 1901 expedition led by Swedish scientist Otto Nordenskjöld and Norwegian explorer Carl Anton Larsen soon was about to face the hardships of Antarctica. As part of an agreement with the government of Argentina, military geologist José María Sobral Iturrioz joined the crew of Antartic, the expedition’s steamship. He became the first known Argentinian (and first Argentinian of Basque origin) to live in the southernmost continent of the planet. Nordenskjöld and five of his men were dropped off at Snow Hill Island in 1902 to establish a campsite from where to carry their work for one winter, while Captain Larsen sailed back to Malvinas. In November 1902 Larsen returned for Nordenskjöld and his group, but the ship was crushed by ice and finally sank 25 miles from Paulet Island. Both parties had to spend another isolated winter while ignoring each other’s fate. Their nightmare just began. A young sailor, Ole Christian Wennersgaard died in June 1903.

Concerned about the members of the expedition, Sweden, Argentina and France began to make arrangements for their rescue. Meanwhile, Carlsen’s party managed to reunite with Nordenskjöld’s group at Snow Hill where were successfully rescued by Lieutenant Commander Julián Irízar and its corvette Uruguay in November 1903. On December 2, 1903, the steam relief ship safely arrived at Buenos Aires after dealing with a huge storm that destroyed the mainmast and the foremast. It was greeted by tens of thousands of people. The rescue was considered one of the most triumphant and heroic episodes in the history of Antarctica as echoed by the international press of the day. It was also the first official voyage of Argentina to the frozen continent. Upon return Irízar was promoted to Captain.

Uruguayx10The corvette Uruguay (Photo source: Fundación Histarmar)

Among the 22 members of the Uruguay, the surgeon, José Gorrochategui, was also of Basque ancestry. Irízar and Gorrochategui were the first known Basques or Argentinians of Basque origin who set foot on the Antarctic continent (in addition to Sobral). Sobral Iturrioz was born in Gualeguaychú and Gorrochategui in Concepción del Uruguay, both in the province of Entre Ríos. Irízar was born in Capilla del Señor, in the province of Buenos Aires, in 1869 and died in Buenos Aires in 1935. Gorrochategui’s parents were from the Basque province of Bizkaia—his father was from Bilbao and his mother from Bermeo. Irízar’s parents were also Basque migrants, but this time they were from the province of Gipuzkoa; his father, Juan José Irízar was from Oñati and his mother, Ana Bautista Echeverría from Zumarraga.

On December 10, 1903, the Basque association Laurak-Bat of Buenos Aires organized a banquet to honor Irízar and his crew for the rescue of the Swedish Antarctic Expedition as well as for Sobral Iturrioz. During the ceremony, Irízar and his officers were given a silver-plated copper medal, while the sailors might have received a copper medal. The Basque-language inscription in the silver medal read: “Guidontzi “Uruguay”-ko adintari Julian Irizar Jaunari. Biltoki “Laurak-Bat”-ek” (Obverse); “Joair Doaitea “Antartic”-ari laguntzeko * Buenos Aires 1903 * (Reverse). (“The Center “Laurak-Bat” to Mr. Julian Irizar, captain of the ship “Uruguay” that leaves to help out the “Antarctic” * Buenos Aires 1903 *”).

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The banquet at the Laurak-Bat clubhouse (Photo source: La Baskonia, Number 368: 1903).

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The Laurak-Bat Irízar Medal (Images source: La Baskonia, Number 368: 1903). According to Glenn M. Stein, FRGS, polar and maritime historian, “this may very well be the only polar-related medal ever created in the Basque language.

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Irízar became Admiral of the Argentine Navy and retired after 50 years of military service. Through his career Irízar received many distinguished awards including the insignia of Chevalier (Knight) of the Legion of Honor of France. On the 50th anniversary of the rescue, the Argentinian government built a monolith at the Buenos Aires port to commemorate “la hazaña de Irízar” (Irízar’s heroic deed). In 1979, the icebreaker of the Argentina Navy was named Almirante Irízar in his honor. The corvette Uruguay became a naval museum in 1967, and nowadays it is moored to the dock of Puerto Madero, Buenos Aires. The Argentine Antarctic summer base, built in 1965, was named after Lieutenant Sobral, considered the father of Argentinian explorations in Antarctica.

For more information (in Spanish) see: “1903 – Hazaña de la corbeta Uruguay y la colectividad baskongada” (Luis Héctor Carranza, 2003) and “Julian Irizar y la ‘Uruguay’” (Martha González Zaldua, 2003).

Many thanks to Shannon Sisco at the Basque Library, University of Nevada, Reno

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Euskal Barcelona: Versión Original

“Gastronomía vasca en versión original” es un certificado de origen, identidad y compromiso. Usamos los mejores ingredientes y productores para cocinar de una manera limpia, saludable, respetuosa, y sobre todo, consistente con lo que nuestras abuelas vascas nos enseñaron sobre la comida y la cocina”

(Grupo Sagardi)

En mi última visita a Barcelona, si algo me quedó claro es que la densidad de turistas podría bien superar en ciertas áreas a la de los residentes censados en la Ciudad Condal. A esto le podemos sumar la gran variedad de establecimientos gastronómicos—desde aquellos que provienen de la aldea global de la comida rápida o la de las cocinas internacionales, hasta la cocina tradicional catalana, pasando por el boom de los restaurantes de “tapas” o “pintxos”, entre los que reinan los de “origen vasco”—y, sin ninguna duda, la imagen resultante es espectacularmente rica y amable. Común a todos estos restaurantes de “cocina vasca en miniatura” es su afán por esgrimir el valor de la “autenticidad” como elemento diferenciador de calidad ante una clientela extremadamente variada y cuyo conocimiento de las realidades que se contextualizan en Barcelona, Cataluña o España pueden diferir enormemente entre ellas.

A los ojos contemplativos de los defensores de la heterogeneidad se les antepone la difusión homogeneizadora del turismo de masas, propulsada por una híperglotona industria del marketing, cuyo único objeto es el de hacer negocio ya sea en nombre de la independencia de los Países Catalanes o de la unidad de España. La mirada del turista difumina los contornos de nuestras imágenes nítidas sobre lo que entendemos por identidad y sus símbolos. De hecho, no sorprende que en una misma tienda de “suvenires” se puedan vender una bandera española con la figura del toro de lidia, una “senyera” independentista, o se nos aluda al hecho diferenciador catalán en eslóganes impresos en camisetas y a la vez se nos superponga la imagen de Don Quijote y Sancho pululando por tierras castellanas bajo un sol abrasador. ¿Son dichas imágenes ciertamente antagónicas, incompatibles entre sí? La verdad es que tengo mis dudas.

Don Quijote y Sancho en Barcelona

Don Quijote y Sancho en Barcelona (2011, Pedro J. Oiarzabal)

Ejemplo de todo esto son los dos restaurantes Mikel Etxea, que se definen como “un trozo de Euskadi en el corazón de Barcelona”, o el Restaurante Sukaldari, todos ellos del Grupo AMT con sede en Barcelona, o los dos restaurantes Txapela del Grupo AN, también con sede en Barcelona. En este maremagno culinario destacan  los cuatro restaurantes Sagardi Euskal Taberna del Grupo Sagardi, empresa fundada en 1996, y en cuyo origen se encuentra Sidras Zapiain de Astigarraga. En la actualidad tiene una docena de restaurantes distribuidos por Barcelona, Granollers, Zaragoza, Madrid, Andorra La Vella, y Buenos Aires, y cuenta con cientos de empleados. Las omnipresentes Sagardi Euskal Taberna están, como no, distribuidas estratégicamente por los lugares de Barcelona más transitados por los turistas. Dicho grupo también regenta el Restaurante de la Euskal Etxea Centre Cultural. Fundada en 1979, es una de las mayores asociaciones vascas de la diáspora tanto en término de socios, unos cuatrocientos, como por su gran capacidad de organización de actividades culturales. El debate sobre el concepto de autenticidad, su interpretación, y su presencia o ausencia en las mecas gastronómicas del Euskal pintxo barcelonés, no se contrapone a la profesionalidad de los trabajadores que sustentan estos negocios o a la calidad de sus productos. Los pintxos que pudimos degustar en la Euskal Etxea fueron exquisitos.

Euskal Etxea Barcelona. Pintxo Bar

Euskal Etxea Barcelona. Pintxo Bar (2011, Pedro J. Oiarzabal)

La cocina tradicional—basada en productos de temporada y elaborada con mínimas técnicas culinarias—era un espejo de lo que la tierra y el mar producían y de lo que las personas podían cultivar. Hoy en día, la cocina tradicional se ha convertido en un producto de consumo de la sociedad post-industrial, que tan pronto se publicita en las grandes superficies de los aeropuertos como en los rincones de las ciudades más turísticas del planeta como es Barcelona. Lo que antes era común toma naturaleza de rareza, de especialidad, de originalidad y autenticidad, y cuyo valor es altamente apreciado. Es sinónimo de calidad, de ese valor primigenio anclado en nuestra memoria de lo que nuestras “abuelas” cocinaban. ¿Cómo un turista podría discernir entre la cocina vasca “made in” Donostia-San Sebastián o “made in”  Barcelona sin referencia previa alguna de lo que es la supuesta “autenticidad” de la cocina vasca tradicional, hecha y consumida en Euskal Herria? ¿No es ciertamente la subjetividad del consumidor la que confiere naturaleza de autenticidad a la cocina que saborea?

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The Basque Global Block

Algunos expertos en temas de migración consideran que los símbolos son los últimos vestigios de la identidad de aquellos emigrantes completamente asimilados a sus países de acogida. Es lo que se entiende por “identidad simbólica”, la cual es definida como una forma de expresar la identidad heredada de padres y abuelos, y que es instrumentalizada con el objetivo de evitar cualquier conflicto con las formas de vida de la sociedad en la que hijos y nietos han crecido. Una identidad simbólica que se manifiesta de forma concreta en festivales, desfiles, deportes, juegos, bailes, o en muestras culinarias.

Sin ninguna duda, los símbolos ayudan a muchos individuos de la diáspora vasca a externalizar públicamente tanto su identidad colectiva vasca como las manifestaciones culturales de dicha identidad. En sí, macro-festivales vascos como el Jaialdi de la ciudad de Boise del Estado norteamericano de Idaho, y que se está celebrando estos días, son una expresión tangible de identidad y de reafirmación cultural en un ámbito público ajeno a lo vasco. De hecho, en toda la diáspora vasca que abarca más de una veintena de países son muy pocas las comunidades que a día de hoy han podido articular y gestionar un espacio público propio. La falta de nuevas oleadas de emigrantes, el envejecimiento progresivo de la generación emigrante, su dispersión geográfica, y la regeneración urbana que han experimentado muchas ciudades han evitado que perdurasen en el tiempo algunos espacios que en su día fueron verdaderos barrios vascos, como el de Broadway de San Francisco o el de Ezeiza en Buenos Aires.

Si existe algún lugar en los Estados Unidos donde los vascos como comunidad han construido  su propio espacio público es sin ninguna duda el llamado “Basque Block” de Boise. Un lugar conformado por un museo (Basque Museum and Cultural Center), dos antiguas pensiones—hoy en día ambas destinadas a relatar la historia de las comunidades emigrantes vascas y su posterior asentamiento—dos restaurantes (el Leku Ona y el Gernika Bar), una tienda (The Basque Market), un frontón, y el edificio de la asociación vasca (Euzkaldunak). Es un paisaje urbano ampliamente saturado por símbolos vascos y del cual el visitante puede difícilmente abstraerse.

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(Basque Block Mural, Julio 2004. Foto de Pedro J. Oiarzabal)

En el propio “Basque Block” un mural aúna la historia de la comunidad vasca en el Estado de Idaho y su devenir en el tiempo. El mural, diseñado por Bill Hueg en el año 2000 a petición del Museo Vasco de Boise, es un extraordinario ejemplo del poder de los símbolos como aglutinadores de la identidad colectiva y del sentir de una comunidad. De izquierda a derecha, el mural hace referencia a los viajes de Cristóbal Colón y a la participación de generaciones de vascos en el “descubrimiento”, conquista y colonización de las Américas; aparece un baserri en lo alto de una colina verde; un fragmento del Guernica de Pablo Picasso—un alto porcentaje de la comunidad vasca de Idaho procede de Bizkaia-; el Árbol de Gernika; la pensión de Uberuaga/Aguirre, establecida en 1903 en Boise; el retrato de Juanita Uberuaga Hormaechea, una de las pioneras en la enseñanza de bailes vascos en la década de 1940; el grupo de danza vasca Oinkari y que este año cumple su 50 aniversario; la Catedral Católica de St. John de Boise; un retrato de Jim Jausoro, acordeonista del grupo Oinkari desde 1947 hasta su fallecimiento en 2005; un hombre levantado una piedra cuadrangular en referencia a los deportes rurales vascos; y finalmente, como no podría ser de otra manera, se hace referencia a un campamento de pastores de ovejas, la principal ocupación de los emigrantes vascos en el Oeste Americano durante más de un siglo.

Tanto el “Basque Block” como el Jaialdi de Boise son considerados verdaderos éxitos a emular por comunidades vascas tanto de dentro como de fuera de Estados Unidos. En un contexto en el que la emigración vasca tuvo su punto final hace más de tres o cuatro décadas, ¿cuáles serían las estrategias más adecuadas que las instituciones de la diáspora vasca deberían de llevar a cabo para hacer frente al futuro más inmediato? Y en cuanto a lo que se denomina “identidad simbólica”, ¿hasta qué punto las propias comunidades de la diáspora se aferran a los símbolos como recursos para impulsar y promocionar sus propias identidades colectivas?

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Orok Bat

Sentado en un café del antiguo barrio de la Morería de Lisboa, uno no llega a imaginar el esplendor del que fuera uno de los centros neurálgicos del mundo occidental durante siglos; puente comercial, lingüístico y cultural entre Europa, África, India, Brasil y el suroeste de Asia. Herencia de todo ello, es que a día de hoy alrededor de unos 223 millones de personas a lo largo del mundo comparten la lengua y cultura portuguesas y una historia colonial y post-colonial común (repleta de luces y sombras), formando la Comunidade dos Países de Língua Portuguesa, fundada en 1996.

Desde que en 1500 Pedro Álvares Cabral llegara a las costas de lo que posteriormente se denomino como Brasil, cientos de miles de personas arribaban a Lisboa con la esperanza de poder embarcar hacia el Nuevo Mundo. La maquinaría de la conquista, colonización, expansión territorial, y explotación comercial (esclavos, azúcar, café, y oro) tomó su propio ritmo al igual que lo hiciese en el caso del Imperio Español.

Tras la invasión de Portugal por parte de Napoleón Bonaparte en 1808, la familia real portuguesa se trasladó a Brasil y otorgó a la colonia el estatus de reino en 1815, haciendo de Río de Janeiro la capital del Imperio Portugués. Era la primera vez en la historia de Europa que una colonia llegó a albergar la capital de su propia metrópoli. A pesar de la derrota de Bonaparte y la restauración de la monarquía en tierra portuguesa, el movimiento independentista que surgió a lo largo de América en el siglo diecinueve, provocó, dentro de las élites brasileñas, un mayor deseo de distanciarse de Portugal para afirmarse como pueblo soberano. El 7 de septiembre de 1822, se proclamó la independencia de Brasil.

Seis décadas más tarde, en 1881, una asociación vasca llamada Euskaldunak Orok Bat fue establecida en Río de Janeiro. Fue la primera asociación vasca, de la que se tiene conocimiento, en la historia de Brasil y del cuasi-finiquitado Imperio Portugués. Unos años antes se habían ya establecido las primeras organizaciones post-coloniales de la diáspora vasca en la región del Río de la Plata (hoy en día, Argentina y Uruguay). En 1876, la asociación Laurak Bat fue creada en Montevideo y en 1877, La Sociedad Vasco-Española Laurac Bat (conocida posteriormente como Laurak Bat) fue fundada en Buenos Aires. De manera coincidente, a miles de kilómetros de distancia, las comunidades vascas de Matanzas, Cuba, y Manila, Filipinas, todavía bajo control político y militar español, se organizaron formalmente en 1868 y alrededor de la década de 1880, respectivamente.

Tal y como vemos, las diásporas son retazos del devenir de la propia historia, hijas de un hogar abandonado, que se aleja en el tiempo y en la distancia física pero que se ancla en la memoria de individuos y comunidades que la componen. Sus esfuerzos por continuar siendo una parte integral tanto del país de origen como el de acogida y no verse relegados al ostracismo del olvido y de la asimilación, es una lucha continua de titanes contra el tiempo. Hoy en día el único vestigio asociativo vasco en Brasil es Eusko Alkartasuna, el cual fue fundado en 1959 en la ciudad de São Paolo. Muy posiblemente el espíritu de unidad y solidaridad que dio lugar al Euskaldunak Orok Bat, “Todos los Vascos en Uno”, continúa, hoy en día, en vigor en la asociación Eusko Alkartsauna.

Poco se sabe del Euskaldunak Orok Bat y de los individuos que la albergaron y fomentaron, los motivos que les hicieron emigrar a Brasil, de las actividades que llevaron a cabo, y del por qué de su desvanecimiento en el tiempo. Sin ninguna duda es todo un reto para la historiografía. Un mayor número de estudios sobre la emigración vasca a Brasil, antes y después de su independencia, son hoy más que nunca necesarios. Adentrarse en la historia de la diáspora vasca, y particularmente de sus comunidades emigrantes minoritarias, es una de las mejores maneras de conocer nuestro presente como país. Tras siglos de emigración en búsqueda de un mundo mejor, Euskal Herria se ha convertido por primera vez en un país de acogida de inmigrantes de origen no europeo. Qué mejor forma de celebrar la llegada de nuevas gentes que ofrecerles la historia de nuestros conciudadanos por el mundo. Una nueva historia común, hecha por todos. Orok Bat!

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euskadiS…made in

Escribí tiempo atrás como los procesos de modernización e industrialización que tuvieron lugar en nuestro país desde mediados del S. XIX atrajeron a cientos de miles de inmigrantes procedentes de todos los rincones de España. Estos, al igual que hicieron los miles y miles de vascos que emigraron particularmente a Argentina, Uruguay, Chile y al Far West norteamericano durante esos mismos años, no sólo portaban sus enseres más básicos sino una pléyade de tradiciones culturales e identidades que pronto tendrían una plasmación institucional en lo que algunos denominan como “casas provinciales”, “regionales” o “autonómicas”, donde se aúnan y retroalimentan sentimiento y acción.

La comunidad gallega en Barakaldo estableció en 1901 el “Centro Galego de Bizkaia”, convirtiéndose en el segundo más antiguo del mundo de la comunidad diaspórica gallega, tras erigir en Uruguay el “Centro Galego de Montevideo” en 1879. Tres años antes, en esa misma cuidad rioplatense fue creada la primera asociación moderna de la diáspora vasca, el “Laurac Bat”, como respuesta a la abolición de los fueros. Por el mismo motivo se estableció la asociación también llamada “Laurak Bat” en Buenos Aires en 1877. Ese mismo año se creó una asociación vasca en Manila, y en 1878 se fundó la “Asociación Vasco-Navarra de Beneficencia” en La Habana. En 1881, “La Ciudad de las Columnas” fue a su vez testigo del nacimiento de la “Sociedad de Beneficencia de Naturales de Andalucía y sus Descendientes”, la asociación de andaluces más antigua del planeta. En 1895, en una exuberante Buenos Aires, se crearon el “Centre Basque-Français” y el “Centro Navarro”. En Bahía Blanca, al suroeste de la provincia de Buenos Aires, se fundó en 1899 la “Sociedad Laurak Bat de Socorros Mutuos” (rebautizada como “Unión Vasca de Socorros Mutuos”). En 1901 se fundó también en Buenos Aires la “Asociación Cultural y de Beneficencia Euskal Echea” llegando a ser la primera asociación vasca extraterritorial que integró con gran éxito a naturales y descendientes de ambas vertientes de los Pirineos.

Logo130Aniversario

Tras este pequeño periplo histórico, malabar de fechas, nombres y lugares, regresamos a la Euskadi de principios del S. XX, y es que en 1903 la comunidad castellana procedente de Burgos establece la “Colonia Burgalesa en Bilbao” (hoy en día el “Centro Burgalés de Bilbao”) siendo una de las más decanas de la diáspora castellana. A día de hoy, la diáspora vasca ha establecido 211 asociaciones—socio-culturales, recreacionales, educacionales, políticas y de negocios—en 24 países: Alemania, Andorra, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Chile, China, Colombia, Cuba, El Salvador, España, Estados Unidos, Francia, Italia, México, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Suiza, Reino Unido, Republica Dominicana, Uruguay, y Venezuela.

Igualmente las comunidades de emigrantes gallegas, andaluzas, castellanas o extremeñas, entre otras, se multiplicaron a lo largo de los años. Por ejemplo, la diáspora extremeña agrupa a 121 asociaciones en cinco países. Tan sólo hay 12 fuera del Estado Español. En Euskadi, con una población de aproximadamente 80.000 nacidos extremeños, hay 17 agrupadas en la “Federación de Asociaciones Extremeñas de Euskadi, Veturia” (creada en 1984 con sede en Santurce), que cuentan con un total de 3.000 socios en Andoain, Astrabudua-Erandio, Barakaldo, Bilbao, Donostia-San Sebastián, Durango, Ermua, Galdakao, Lasarte-Oria, Legazpi, LLodio, Mondragón, Renteria, Santurce, Tolosa, Vitoria-Gasteiz, y Zarauz. Con referencia al desarrollo e implantación de comunidades andaluzas a lo largo del mundo, hay identificadas unas 351, pero solamente 63 se encuentran fuera del Estado Español. En Euskadi, con una población de más de 36.000 personas de origen andaluz, la “Federación de Asociaciones Regionales Andaluzas en Euskadi, García Lorca” (creada en 1986) agrupa a 13 asociaciones con aproximadamente 3.000 socios en Arrasate-Mondragon, Barakaldo (hay 3), Durango, Ermua, Lasarte-Oria, LLodio, Portugalete, Renteria, Sestao, Santurce, y Vitoria-Gasteiz. De manera similar, la diáspora gallega ha establecido 322 asociaciones en 29 países. En Euskadi se estima que residen más de 50.000 gallegos nacidos en Galicia, los cuales han constituido 14 asociaciones o centros federados en la “Irmandade de Centros Galegos en Euskadi”: 2 en Barakaldo (A, B), Bilbao, Deba, Donostia-San Sebastián, Eibar, Elgoibar, Ermua, LLodio, Ondarroa, Santurce, Sestao, Vitoria-Gasteiz, y Zarauz. Este 21 de Junio se celebra en Ansio, Barakaldo el “XXIV Día de Galicia en Euskadi”. Finalmente, hay 130 comunidades castellanas y leonesas registradas con la Junta de Castilla y León. De éstas 28 se encuentran en Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Chile, Guatemala, México, y Uruguay. La mayoría de ellas están asociadas a la “Confederación Internacional de Casas Regionales de Castilla y León”. Euskadi, tras Madrid, es la comunidad autónoma que tiene más asociaciones castellano-leonesas del Estado. Cuenta con 22 asociaciones registradas con la “Federación de Centros de Castilla y León en el País Vasco” (con sede en Barakaldo). Las asociaciones se encuentran en Astrabudua-Erandio, 5 en Barakaldo, Basauri, 5 en Bilbao, Donostia-San Sebastián, Durango, Eibar, Ermua, Leioa, LLodio, Portugalete, Santurce, Sestao, y Vitoria-Gasteiz.

Hoy en día, Euskadi es un pueblo de pueblos, entrelazados como hermanos; un pueblo de culturas, tradiciones e idiomas. Es un pueblo de emigrantes e inmigrantes donde se convive inmerso en una multiplicidad de complejas realidades socio-económicas, de herencias culturales, de tradiciones políticas, y de lealtades identitarias. Euskadi es una diáspora de diásporas—vasca, gallega, andaluza, castellana, extremeñamagrebí…un lugar de convivencia entre diferentes.

Esto nos sitúa ante debates de gran interés, como es el de la relación entre la idea de ciudadanía (legal-administrativo) y la de pueblo (cultural-identidad), y las distintas referencias y apelaciones que desde ambos se hacen ante las sociedades y los individuos. Sobre todo esto seguiremos proponiendo y reflexionado…

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