Tag Archives: 11 de Septiembre de 2001

¿Verdad?

“!Madrid, Madrid! ¡Qué bien tu nombre suena, rompeolas de todas las Españas! La tierra se desgarra, el cielo truena. Tú sonríes con plomo en las entrañas”

(Antonio Machado, 7 de noviembre de 1936)

Reno

Eran las 8 de la mañana del 11 de marzo de 2004. Me acababa de despertar y entre esas rutinas de la vida del aquel entonces, la prioridad era encender el ordenador, consultar los correos y ponerme al tanto de la prensa. Entre la correspondencia electrónica, destacaba el correo “Urgente” de una amiga de Donostia. Nos pusimos hablar por el Messenger:

—   ¿Has leído el periódico? ¿Te has enterado de lo que ha ocurrido…?

—   Me acabo de levantar.

—   Mira las portadas de los periódicos de Madrid…horrible…es espantoso…

ETA había sesgado la vida de docenas de personas en atentados simultáneos en el corazón de Madrid.

—   No me lo puedo creer. ¿Has sido ETA?

—   Bueno, las noticias ya no son tan claras…dicen que puede haber sido Al-Qaeda.

Recuerdo las horas y los días que siguieron a los atentados como si de una verdadera pesadilla se tratase. Las llamadas a casa y a los amigos con el objeto de conocer de primera mano lo que estaba sucediendo en Euskadi y en España se repetían constantemente. La lejanía imponía una mayor dosis de incertidumbre, temor e impotencia. Los medios de comunicación en Estados Unidos se volcaron con la noticia reverberando el siniestro 11-S de 2001. La maquinaria diplomática internacional del gobierno de José María Aznar propagando a los cuatro vientos la responsabilidad exclusiva de ETA en la masacre de Atocha se había puesto en marcha. Aun luchando contra el discurrir del tiempo y del descubrimiento de indicios que apuntaban a la autoría de Al-Qaeda, incluso en la pequeña localidad estadounidense de Reno, Nevada, las televisiones locales seguían entrevistando a más que dudosos personajes, a los que se presentaba como expertos internacionales en la lucha antiterrorista, que no vacilaban en atribuir los asesinatos a ETA. La rabia y un grado considerable de culpabilidad ante la posibilidad de que hubiese sido ETA invadieron a todos los que componíamos tanto el Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, Reno como a la comunidad vasca del país. En el contexto de la volátil situación de desinformación al que nos veíamos sometidos, Joseba Zulaika, en aquel momento director del Centro, y William Douglass, su cofundador, realizaron una gran labor antes los medios locales, nacionales e internacionales para reestablecer una cierta calma desde la cautela.

Madrid

Ante la ya más que plausible evidencia que Al-Qaeda se encontraba detrás de los ataques, la obstinación del Gobierno de España en demostrar a todas luces que había sido ETA era en sí una gran huida hacia adelante que fue frenada (momentáneamente) por la pérdida de la Elecciones Generales del 14 de marzo. La percepción de la sociedad era, según Cristina Flesher Fominaya, “que había sido deliberadamente engañada para la obtención de réditos electorales”. La indignación y la movilización popular de los ciudadanos el día 13 de marzo hicieron el resto. La victoria del Partido Socialista Obrero Español marcó el final de cuatro días para no olvidar en la historia reciente de España.

¿Cuál fue el precio que pagó el gobierno de Aznar en el sostenimiento de la teoría conspiratoria incluso después que se hiciera a todas luces claro que ETA no estaba detrás de los ataques en Madrid? En el décimo aniversario de los atentados de Atocha, cuando ya la historia oficial de los hechos ha sido probada más allá de cualquier duda (incluso judicialmente), la teoría conspiratoria, aunque ya de marcado carácter minoritario, pero persistente en ciertos sectores del Partido Popular, sigue ahora intentando, por ejemplo, desentrañar la “necesaria cooperación” entre ETA y Al-Qaeda para la comisión de los atentados. ¿Qué se gana en el mantenimiento de esta teoría conspiratoria cuando los hechos no se corresponden y no sostienen la negación de la realidad tal y como sucedió? Según argumenta Ted Goertzelhay una lógica similar en todo los grupos conspiratorios…no intentan probar tanto que su interpretación es la verdadera sino intentan buscar errores en lo que la otra parte está sosteniendo”.

Tarajal

En la madrugada del pasado día 6 de febrero 15 jóvenes de origen subsahariano fallecieron al intentar entrar a nado en la ciudad autónoma de Ceuta tras el intento fallido de hacerlo por tierra. El hecho de haber sido recibidos por pelotas de goma lanzadas por la Guardia Civil española desde la orilla, no hace más que incidir en el hecho de la progresiva deshumanización de las instituciones que nos gobiernan, más preocupadas por mantener el estatus quo de unas fronteras artificiales que de la asistencia humanitaria a las víctimas de tan trágico acontecer. El director de la Guardia Civil amenazaba con querellarse contra todas aquellas personas u organizaciones que insinuasen que la benemérita tenía alguna responsabilidad por acción u omisión en el fatal suceso. ¿Cuál sería la lógica que se encontraría detrás de todos estos grupos e individuos por denunciar públicamente una situación en la que fallecieron tantas personas y reclamar una responsabilidad sino política al menos ética si ésta no tuviese un alto grado de veracidad?

Parafraseando a Machado, Tarajal se convirtió en el rompeolas final de los sueños y esperanzas de estas 15 personas que encontraron la muerte en sus aguas. Las fronteras se han convertido, en palabras de Harald Bauder, “en los principales lugares contemporáneas donde las desigualdades e injusticias, hegemonía y opresión son creados”. ¿Llegaremos a saber la verdad?

Adhiérete a la campaña de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado con el objetivo de reunir al menos 100.000 firmas que obliguen al Gobierno a retirar las concertinas de las fronteras de Ceuta y Melilla.

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El no-olvido

“Ahora bien, si poco a poco dejas de quererme dejaré de quererte poco a poco…piensa que en ese día, a esa hora levantaré los brazos y saldrán mis raíces a buscar otra tierra.”

Pablo Neruda (Si tú me olvidas, en “Los Versos del Capitán”, 1952)

Cada día cientos de miles de pequeñas historias se agolpan alrededor de sucesos que por su trascendencia social, política o económica llegan a fraguar el devenir de todo un pueblo, país o región. Es entonces cuando se impone desde el poder una política activa ya sea, según convenga, de recuerdo o de amnesia. Una política pública de la memoria que transcurre por la senda de la historia con una excepcional carga emotiva y simbólica, en constante reinterpretación desde el presente y para el presente. En un extremo tenemos, por ejemplo, la conmemoración del llamado “Glorioso Alzamiento Nacional” del 18 de julio de 1936, y que se constituyó en el festivo “Día Nacional de España” durante la dictadura del General Francisco Franco hasta 1977. En el otro extremo nos encontramos con la promulgación de la Ley de Amnistía del 15 de octubre de 1977 en el contexto de la Transición Española. Dicha ley, vigente a día de hoy, impide juzgar los delitos cometidos durante la Guerra Civil y la época franquista, incluyendo los crímenes de lesa humanidad, aun siendo imprescriptibles según el Derecho Internacional. De esta manera, la historia se convierte en un juego de luces y sombras, de olvidos y recuerdos intencionados.

Un día como cualquier otro es ese del 11 de septiembre en el cual convergen eventos trágicos de gran calado histórico que surcan geografías varias y que se desarrollan en diferentes épocas. Entre ellos se encuentra el 299 aniversario de la caída de Barcelona (el 300 desde el inicio de su asedio), el 40 del Golpe de Estado en Chile, y el 12 aniversario de los ataques a las “torres gemelas” del World Trade Center de Nueva York. En los tres casos, la instrumentalización del pasado a través de la memoria juega un papel fundamental en la legitimización de políticas del presente. ¿Qué significan esas conmemoraciones anuales de carácter nacional y qué impacto tienen en la sociedad? ¿Qué se entiende por el recuerdo o el “no-olvido” de los acontecimientos que tuvieron lugar un 11 de septiembre?

1714 es el año de la caída de la ciudad de Barcelona ante las tropas de Felipe V—primer Rey de la Casa de Borbón en España—tras catorce de meses de asedio. La derrota militar del 11 de septiembre supuso el inicio de la abolición de las instituciones catalanas que culminó dos años después. Tras la restauración del Estatuto de Autonomía de Catalunya se eligió tal día para celebrar de manera oficial su Día Nacional, la Diada. Una de las actividades conmemorativas de la jornada se centra en una ofrenda floral en el Fossar de les Moreres, donde se encuentran enterrados muchos de los defensores de Barcelona durante su sitio.

El-Fossar-de-les-Moreres-BarcelonaEl Fossar de les Moreres. Imagen: Pedro J. Oiarzabal.

Simbólicamente, las 17:14 de la pasada Diada marcaron el momento álgido de la unión de norte a sur de Catalunya a través de una cadena humana de 400 kilómetros, y que aunó entre 1.500.000 personas, según la Generalitat de Catalunya, y 400.000, según el Ministerio del Interior del Gobierno de España. Es la llamada Vía Catalana hacia la Independencia, y cuya iniciativa popular, con gran acogida en la diáspora catalana, tuvo reflejo en 116 países a lo largo y ancho del planeta.

Cartell-Via-Catalana-México-DF-31-d'agost-2013Cartel de la Vía Catalana en México D.F. Imagen: Asociación Cultural Mexicano Catalana.

1973 marca el fatídico año del Golpe de Estado, auspiciado por el Gobierno de Estados Unidos, contra el gobierno del Presidente de Chile Salvador Allende, y cuyo suicidio aceleró la victoria de los sublevados. En unas pocas horas, desde la toma de Valparaíso a las 6:00 de la mañana por parte de las tropas rebeldes, y el asalto al Palacio de la Moneda en Santiago a las 10:30, el destino del país se truncó. La caída del gobierno legítimamente elegido en las urnas se tradujo en la implantación de una férrea dictadura militar, personificada en la figura del General Augusto Pinochet Ugarte, y que perduró hasta 1990. De forma similar al régimen franquista, el de Pinochet instauró por ley el día de su sublevación como día festivo para conmemorar el “Aniversario de la Liberación Nacional”, el cual no fue derogado hasta 1998. Las cifras oficiales sobre violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen militar alcanzan cerca de 3.200 muertos, siendo un tercio de ellos personas desaparecidas.

Manifestantes-conmemoración-40-aniversario-golpe-militar-Santiago-de-ChileManifestantes portando fotografías de desaparecidos durante la conmemoración del 40 aniversario del golpe militar, Santiago de Chile. Imagen: Sebastián Silva/AFP/Getty Images. El Nuevo Herald©.

El eslogan político del “Nunca olvidaremos” (“Never forget”) resuena alto y claro cada 11 de septiembre en Estados Unidos desde 2001. Desde el impacto del primer avión a las 8:46 y del segundo a las 9:03 transcurrieron tan solo 17 minutos. Sin embargo, las consecuencias de los ataques perpetrados por Al Qaeda siguen perdurando a día de hoy. Se argumenta la instauración de un nuevo orden en la política internacional, donde las libertades individuales están sido sacrificadas en nombre de la seguridad colectiva.

9-11-tribute-light-memorial“Tribute in Light” es una instalación de arte conmemorativo que simboliza el espacio dejado por las “torres gemelas”. Imagen: Kevin Mazur Photography/Getty Images. NY Daily News©.

Es el día y la hora, del que hablaba Neruda…el 11 de Septiembre de 1714, o de 1973, o de 2001…Es el día y la hora en el que se forjan los “no-olvidos” nacionales que disputan al recuerdo el protagonismo en una memoria fratricida, de encuentros y desencuentros, de afrentas y reproches, de odios y desamores, y que nos catapultan irremediablemente a un pasado que se deshilacha, como una bandera de batallas perdidas raída por el paso del tiempo, en un presente ambiguo y reversible. Lo que prevalece es el “no-tiempo” que facilita la repetición de los errores del pasado.

Y tú, ¿qué no olvidas?

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¿Dónde estabas el 11 de Septiembre?

Eran las 8 y algo de la mañana, encendí el televisor, desayuné, y minutos después fui a afeitarme. Algo me llamó la atención, regresé a la sala y subí el volumen de mi pequeña televisión de segunda mano. En la pantalla aparecía el rótulo de “America under attack” sobre la imagen de un avión estrellándose contra una de las “torres gemelas” del World Trade Center de Nueva York. No comprendía nada. Al principio creí que se trataba del trailer de una nueva superproducción cinematográfica de Hollywood. Pero algo no encajaba. El periodista continuaba insistiendo en la noticia. Algo estaba pasando y el nerviosismo del locutor pronto traspasó la pantalla. Los minutos transcurrían, y de repente un segundo avión cruzó el cielo en dirección a la segunda torre… explosiones, humo, fuego…pánico…las torres empezaron a derrumbarse como castillos de arena ante una galerna…la televisión hablaba de otros aviones… ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Quién estaba atacando a Estados Unidos?

Salí de casa hacia la universidad. En la vieja biblioteca de la Universidad de Nevada, Reno, Getchell Library, donde se ubicaba el Centro de Estudios Vascos, habían dispuesto un número de televisores alrededor de los cuales la gente se arremolinaba en el más completo silencio. Algunos estudiantes lloraban histéricos, mientras otros intentaban consolarles. Queríamos comprender lo que estaba pasando pero estaba fuera de toda comprensión. Las noticias no aclaraban nada y todos los canales repetían constantemente la imagen del derrumbe de las torres gemelas. Día tras día, noche tras noche, las 24 horas del día, las mismas imágenes… Solamente el paso del tiempo nos ofreció una explicación más nítida de lo que ocurrió esa mañana del 11 de Septiembre de 2001. Por el momento todo era confusión y caos.

Al mediodía, irónicamente, teníamos programado hablar de “terrorismo” y “violencia política” en la clase que impartía Joseba Zulaika, Director del Centro de Estudios Vascos. Obviamente no era el momento más propicio para abordar dicho tema. En esta terrible situación, Zulaika propuso a los alumnos, visiblemente afectados, la posibilidad de hablar sobre los trágicos acontecimientos ocurridos unas pocas horas antes. Fue una clase memorable. La palabra se convirtió en un bálsamo que catalizaba angustias y temores. Nos apaciguó.

9/11(Imagen:  National September 11 Memorial & Museum)

Medios de comunicación (New York Times), bibliotecas públicas (Library of Congress), programas universitarios de Historia Oral (Columbia University), y departamentos de Psicología de todo el país no tardaron mucho en empezar a recoger miles de testimonios directos e indirectos sobre el “11 S”. Los objetivos eran ofrecer una ayuda directa a las personas más afectadas por los sucesos a la vez que preservar la memoria de los testigos directos de aquel desgraciado hecho histórico. El proceso de duelo colectivo de la sociedad estadounidense había comenzado. La memoria y el recuerdo se transformaron en los ejes de vertebración de la post-América del 11 de Septiembre. “Nunca olvidaremos” (“We will never forget”) se convirtió en el nuevo lema americano.

Sin embargo, las palabras no fueron suficientes para contrarrestar la inseguridad de la población. Las acciones recobraron protagonismo y la retórica bélica se impuso al discurso de la reconciliación. El periodista norteamericano John Carlin escribía hace unos días sobre las desastrosas consecuencias que trajo consigo las medidas “preventivas” que el gobierno de Estados Unidos puso en marcha en respuesta a los atentados del 11 de Septiembre. Carlin estimaba que hasta la fecha las guerras en Afganistán e Irak habían provocado entre 250.000 y 1 millón de víctimas mortales con un gasto cercano a los 4 billones de dólares. Uno no puede más que preguntarse por los horrores de los que habrán sido testigos los habitantes de ambos países.

Y tú ¿dónde estabas el 11 de Septiembre?

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