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Euskal Barcelona: Versión Original

“Gastronomía vasca en versión original” es un certificado de origen, identidad y compromiso. Usamos los mejores ingredientes y productores para cocinar de una manera limpia, saludable, respetuosa, y sobre todo, consistente con lo que nuestras abuelas vascas nos enseñaron sobre la comida y la cocina”

(Grupo Sagardi)

En mi última visita a Barcelona, si algo me quedó claro es que la densidad de turistas podría bien superar en ciertas áreas a la de los residentes censados en la Ciudad Condal. A esto le podemos sumar la gran variedad de establecimientos gastronómicos—desde aquellos que provienen de la aldea global de la comida rápida o la de las cocinas internacionales, hasta la cocina tradicional catalana, pasando por el boom de los restaurantes de “tapas” o “pintxos”, entre los que reinan los de “origen vasco”—y, sin ninguna duda, la imagen resultante es espectacularmente rica y amable. Común a todos estos restaurantes de “cocina vasca en miniatura” es su afán por esgrimir el valor de la “autenticidad” como elemento diferenciador de calidad ante una clientela extremadamente variada y cuyo conocimiento de las realidades que se contextualizan en Barcelona, Cataluña o España pueden diferir enormemente entre ellas.

A los ojos contemplativos de los defensores de la heterogeneidad se les antepone la difusión homogeneizadora del turismo de masas, propulsada por una híperglotona industria del marketing, cuyo único objeto es el de hacer negocio ya sea en nombre de la independencia de los Países Catalanes o de la unidad de España. La mirada del turista difumina los contornos de nuestras imágenes nítidas sobre lo que entendemos por identidad y sus símbolos. De hecho, no sorprende que en una misma tienda de “suvenires” se puedan vender una bandera española con la figura del toro de lidia, una “senyera” independentista, o se nos aluda al hecho diferenciador catalán en eslóganes impresos en camisetas y a la vez se nos superponga la imagen de Don Quijote y Sancho pululando por tierras castellanas bajo un sol abrasador. ¿Son dichas imágenes ciertamente antagónicas, incompatibles entre sí? La verdad es que tengo mis dudas.

Don Quijote y Sancho en Barcelona

Don Quijote y Sancho en Barcelona (2011, Pedro J. Oiarzabal)

Ejemplo de todo esto son los dos restaurantes Mikel Etxea, que se definen como “un trozo de Euskadi en el corazón de Barcelona”, o el Restaurante Sukaldari, todos ellos del Grupo AMT con sede en Barcelona, o los dos restaurantes Txapela del Grupo AN, también con sede en Barcelona. En este maremagno culinario destacan  los cuatro restaurantes Sagardi Euskal Taberna del Grupo Sagardi, empresa fundada en 1996, y en cuyo origen se encuentra Sidras Zapiain de Astigarraga. En la actualidad tiene una docena de restaurantes distribuidos por Barcelona, Granollers, Zaragoza, Madrid, Andorra La Vella, y Buenos Aires, y cuenta con cientos de empleados. Las omnipresentes Sagardi Euskal Taberna están, como no, distribuidas estratégicamente por los lugares de Barcelona más transitados por los turistas. Dicho grupo también regenta el Restaurante de la Euskal Etxea Centre Cultural. Fundada en 1979, es una de las mayores asociaciones vascas de la diáspora tanto en término de socios, unos cuatrocientos, como por su gran capacidad de organización de actividades culturales. El debate sobre el concepto de autenticidad, su interpretación, y su presencia o ausencia en las mecas gastronómicas del Euskal pintxo barcelonés, no se contrapone a la profesionalidad de los trabajadores que sustentan estos negocios o a la calidad de sus productos. Los pintxos que pudimos degustar en la Euskal Etxea fueron exquisitos.

Euskal Etxea Barcelona. Pintxo Bar

Euskal Etxea Barcelona. Pintxo Bar (2011, Pedro J. Oiarzabal)

La cocina tradicional—basada en productos de temporada y elaborada con mínimas técnicas culinarias—era un espejo de lo que la tierra y el mar producían y de lo que las personas podían cultivar. Hoy en día, la cocina tradicional se ha convertido en un producto de consumo de la sociedad post-industrial, que tan pronto se publicita en las grandes superficies de los aeropuertos como en los rincones de las ciudades más turísticas del planeta como es Barcelona. Lo que antes era común toma naturaleza de rareza, de especialidad, de originalidad y autenticidad, y cuyo valor es altamente apreciado. Es sinónimo de calidad, de ese valor primigenio anclado en nuestra memoria de lo que nuestras “abuelas” cocinaban. ¿Cómo un turista podría discernir entre la cocina vasca “made in” Donostia-San Sebastián o “made in”  Barcelona sin referencia previa alguna de lo que es la supuesta “autenticidad” de la cocina vasca tradicional, hecha y consumida en Euskal Herria? ¿No es ciertamente la subjetividad del consumidor la que confiere naturaleza de autenticidad a la cocina que saborea?

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Identidades en Tránsito

En el mercado de la aldea global las identidades tienen un precio. En la mal llamada era de lo post-nacional, los aeropuertos son las grandes torres de Babel de la globalización contemporánea por la que transitan cientos de millones de personas. Son inmensas superficies comerciales. Son los grandes escaparates de empresas multinacionales cuyas franquicias también inundan nuestras calles. A su vez los aeropuertos dan cabida a las tiendas de “suvenires” que rompen con la homogeneización visual de los Starbucks, McDonalds, las macro-perfumerías y duty-free shops omnipresentes en cualquier terminal que se precie por muy pequeña que sea. Los whiskys “escoceses”, la cerveza “alemana”, los quesos “franceses” y el jamón de pata negra “español”, son ejemplos de la diversidad gastronómica que es ofertada en las tiendas aeroportuarias a modo de suvenir nacional comestible, junto a un sinfín de productos promocionales kitsch en forma de tazas, bolígrafos, y camisetas.

Las Vegas es, sin ninguna duda, la capital mundial de lo kitsch, de una industria cultural regida por el mercado donde la propia ciudad adquiere unos tintes artístico surrealistas y se apropia de “iconos nacionales” de otros países como los canales de Venecia o la Torre Eiffel. De esta manera, Las Vegas es una de las imágenes más representativas de los Estados Unidos de principios de este siglo. El aeropuerto McCarran de la ciudad del juego es a su vez un mini-casino que se refleja en el espejo de la ciudad que lo alberga. Si el suvenir es un producto que intenta sintetizar visualmente la idea de una ciudad, en Las Vegas, el suvenir es ya la propia ciudad que se puede comprar, a escala bolsillo, en un aeropuerto.

Logo de la tienda "Thinking España" en la T4 de Barajas (Pedro J. Oiarzabal)

La Terminal T4 de Barajas en Madrid es un buen ejemplo de la gestión y marketing de la identidad, en este caso, española. Aldeasa (el operador líder de establecimientos en aeropuertos a nivel del estado y con una implantación en 20 países de cuatro continentes) lleva cerca de 3 años ofreciendo un nuevo concepto de tienda suvenir tanto en el Edificio Principal de la T4 como en su Edificio Satélite bajo el nombre de “Thinking España”. De esta manera Aldeasa intenta redefinir el concepto de los típicos recuerdos turísticos inspirándose en las costumbres y tradiciones españolas.

Todos somos conscientes del valor simbólico del suvenir, del típico recuerdo de la ciudad o el país visitado, sin pararnos a pensar en el reduccionismo simplista que se hace de una cultura e identidad hasta llegar al más puro estereotipo comercial. ¿Hasta qué punto nos identificamos como individuos o nos vemos reflejados como comunidad o país en esos suvenires? ¿Hasta qué punto los turistas ven en esos productos que se venden en las tiendas “Thinking España” el país que acaban de visitar? ¿Y qué hay de aquellos que simplemente han hecho escala en Madrid y jamás han pisado el país? ¿Qué opinión pueden hacerse de “España” a través de los productos “Thinking España”?

En la supuesta era de lo post-identitario y post-nacional, la comercialización de la idea de nación se sigue realizando desde una concepción cuasi-decimonónica que en grandes rasgos sigue valiéndose del profundo valor folklórico de determinadas regiones y de las culturas e idiomas oficiales predominantes en los territorios nacionales. Estudios de mercado y la ley de la oferta y la demanda han convertido a multinacionales en promotores de la representación de una idea de lo nacional específica y en re-diseñadores de la estética de las identidades nacionales que hoy en día se exportan al exterior y se exhiben en los escaparates más transitados del mundo.

Desde hace casi 6 meses “Thinking Barcelona” ya tiene su propio espacio en la nueva Terminal 1 del aeropuerto El Prat de Barcelona. ¿Habrá un “Thinking Euskadi”?

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¿Y si tuvieras que regalar un “recuerdo” de tu pueblo, ciudad, comunidad o país… cual sería?

Tazas de Starbucks en venta en la T4