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Etxea

En memoria de Gonzalo Melendo Quesada e Iñaki Beti

“Geográficamente, el hogar es determinado lugar de la superficie terrestre. El lugar en que me encuentro es mi “morada”; el lugar donde pienso permanecer es mi “residencia”; el lugar de donde provengo y quiero ir es mi “hogar”. Pero no es sólo el lugar mi casa, mi habitación, mi jardín, mi ciudad. Sino todo lo que representa”

(Alfred Schutz, La Vuelta al Hogar, 1974)

Todo proceso migratorio conlleva una “ganancia” pero también una “pérdida” que afectan a la propia identidad del emigrante tanto en su capacidad de adaptación al nuevo país de acogida como en su capacidad por sobrellevar la separación tanto de los familiares y amigos como de la cultura, lengua y país. ¿Qué representa el hogar tanto para los cientos de miles de emigrantes y exiliados vascos, como para aquellos que retornaron o aquellos otros que permanecieron en el país?

No es de extrañar los intentos por parte de emigrantes, exiliados y sus descendientes por querer construir un nuevo espacio donde recrear un nuevo hogar, ya sea temporal o permanente, en el que revivir lo dejado atrás y lo heredado de generación en generación. Un espacio que articula el pasado y el presente, y que se encuentra a caballo entre el país de sus antepasados y el país donde han crecido sus hijos e hijas. En sí este nuevo hogar aúna ambos mundos temporales entrelazando emocionalmente la casa abandonada por el padre y la creada para los hijos. Hogares que se multiplican en cada una de las vivencias de aquellos vascos que salieron de Euskal Herria en búsqueda de un mayor grado de felicidad, libertad o de un deseo de prosperar, formando nuevas geografías emocionales que a día de hoy vertebran las diferentes diásporas vascas.

De esta manera, no es ninguna casualidad encontrarse múltiples referencias al hogar, a la casa o etxea, a la familia, o a la amistad en las propias denominaciones de muchas asociaciones vascas del exterior como por ejemplo Hogar Vasco (Madrid), Danak Anaiak (Todos Hermanos), Euskal Anaitasuna (Fraternidad Vasca), Gure Etxe Maitea (Nuestra Amada Casa), Gure Etxea (Nuestro Hogar; General Belgrano, Buenos Aires), Euzko (Eusko) Etxea (La Casa Vasca; Santiago de Chile), Gure Eusko Tokia (Nuestro Sitio Vasco), Etxe Alai (Hogar Feliz), Txoko Alai (Rincón Feliz; Miami), Eusko Aterpea (El Refugio Vasco), Gure Baserria (Nuestro Caserío); Lagun Onak (Buenos Amigos; Las Vegas), Gure Txoko (Nuestro Rincón; Sídney), Euskal Lagunak (Amigos Vascos), o Txoko Lagunartea (El Rincón del Grupo de Amigos).

DSC05268“Gure Euskal Etxea”. Basque Cultural Center, San Francisco (Fotografía: Pedro J. Oiarzabal).

Y el transcurso del tiempo hace que el sentimiento de pertenencia con respecto al país de adopción pueda extenderse y arraigarse entre aquellos emigrantes que optaron por no marcar en el calendario una fecha definitiva de regreso. Una permanencia que da lugar a diversas formas de sentirse y de entender una identidad entre dos culturas y dos hogares siempre cambiantes, y que a la vez se hacen cercanos y lejanos, y que a la vez son conocidos y extraños. Este es el caso de Gonzalo Melendo, andaluz de Córdoba y vasco de adopción. Fue fundador de la Casa Andaluza de Sestao (1984) y su presidente durante 23 años. Falleció el pasado mes de febrero en Madrid a la edad de 75 años. Su última voluntad fue la de ser enterrado en Sestao, en la tierra en la que vivió felizmente durante décadas.

¿Y cuál fue el hogar para aquellos vascos que regresaron a Euskal Herria?

Por ejemplo, según cuenta Koldo San Sebastián, José Hipólito Amias Foruria, nacido en Ispaster (Bizkaia) en 1876, emigró con la edad de 20 años a Estados Unidos, donde fue pastor en el Condado de Malheur del Estado de Oregón. Tras años de estancia en América decidió regresar. En Ispaster construyó un nuevo hogar, una casa solariega a la que llamó “Oregon”. En  la misma localidad de la comarca de Lea Artibai se alza una casa que lleva por nombre “Nevada”, gemela a la de la familia Amias. En la actualidad, en el Condado de Washoe del Estado de Nevada hay una pequeña carretera que lleva por nombre “Ispaster”…a su lado las calles “Navarra”, “Lesaka”, “Pyrenees”, “Euskera”…nos recuerdan la presencia de aquellos vascos que dejaron de transitar esas tierras tiempo atrás, poniendo fin, quizás, a su aventura en América.

Y para vosotros ¿qué es el hogar? ¿Dónde se encuentra vuestro hogar?

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i-bai musika

“La música es la taquigrafía de la emoción”

(Leo Tolstoy)

Mientras antropólogos culturales y etnomusicólogos nos relatan como la música es sin ninguna duda parte integral de una cultura y de las tradiciones orales de una sociedad, algunos sociólogos inciden en la importancia de la música y de las letras como elementos de socialización y de transmisión de información y de emociones. Aún más, investigadores pioneros en los campos de la neurología y psicología subrayan el impacto positivo de la música en nuestro desarrollo como persona y de nuestras propias estructuras emocionales. En sí, los sonidos en forma de canciones y relatos, al igual que aquellos aromas producidos en la cocina de nuestros mayores, se asocian a una memoria emocional anclada en un punto concreto de nuestra biografía. De esta manera, por ejemplo Joaquim Fuster argumenta que el motivo por el que una memoria es tan firme, tan sólida y tan duradera son las circunstancias emocionales en que se adquirió la memoria”. Ciertas memorias se encuentran asociadas a emociones específicas que son repetidas en el curso de la vida y que pueden ser evocadas, por ejemplo, por una determinada pieza musical, una imagen, un aroma o un sabor.

En nuestro pequeño planeta vasco han surgido un número de iniciativas innovadoras del ámbito cultural entre las que se encuentra muy especialmente Ibaimusic la cual reivindica el mundo de la música como forma de conectar con nuestras emociones, de relacionar nuestros sentidos con nuestras memorias, aunando en una misma sintonía-red a Euskal Herria y a la diáspora a través de la difusión de las diferentes tradiciones musicales vascas. Consecuentemente, esta propuesta cultural teje con intensidad una geografía de emociones y conocimientos que une a vascos de aquí y de allí, más allá de la distancia, y en donde Internet y las diversas aplicaciones digitales juegan un papel crucial. Nuestra comunidad global vasca toma cuerpo alrededor de un pentagrama acompañado por sus singulares signos musicales. El sociólogo vasco José Ignacio Ruíz Olabuenaga define esta comunidad como “una peculiar melodía constituida por las notas personales de todos los que nos sentimos vascos”.

Ibaimusicibaimusic “Emozioak lotuz-Conectamos emociones”

Proyectos como el de Ibaimusic nos proponen cientos y cientos de canciones que hilvanan cuentos e historias y nos transportan a otros tiempos y lugares que nos gustaría volver a visitar aunque fuera un instante…un solo instante. Nos acercan a placenteros recuerdos e imágenes que creíamos olvidados o desvanecidos en el tiempo, y que hacen que, al recuperarlos, las comisuras de nuestros labios se tornen en sonrisas. Imágenes de nuestra infancia inundan nuestra memoria y nos proyectan a otros tiempos donde lo imposible no existía en nuestro vocabulario y la vida se tornaba en un juego diario. ¿Cuál es la música vasca de tu niñez? ¿Qué recuerdos te traen las canciones e historias de tu infancia o juventud?

Y el tiempo transcurre. Y en nuestra memoria siguen perdurando un sinfín de sueños y de otros mundos posibles de alcanzar. Y a punto de iniciar un nuevo año echamos de menos las historias de aquellos vascos que decidieron quedarse en América, en Australia o en Europa y de aquellos otros que decidieron regresar y que durante años fueron recopiladas con extraordinaria paciencia por Alberto y por Kepa. Y seguimos echando de menos las palabras de Sergio y de tantos otros. Palabras forjadas por destellos de luz de estrellas que siempre dejan a la sombra vencida.

Jai Zoriontsuak eta Urte Berri On!!!

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